En la última entrada comentaba lo difícil que resulta en una sociedad agraria (y más en una como la altomedieval) recaudar impuestos.
He empezado a leerme el estupendo —parece— libro de Chris Wickham Una historia nueva de la Alta Edad Media: Europa y el mundo mediterráneo 400-800 y casualmente me encontré con un pasaje que explica esto bastante mejor que yo:
No es fácil recaudar impuestos en una sociedad agraria. En realidad, tampoco es demasiado fácil cobrar las rentas, debido a que, en cualquier sociedad, los campesinos que viven en el nivel de subsistencia están, comprensiblemente, poco dispuestos a detraer de sus propios excedentes cantidades con las que pagar a un poder exterior, o a que, si lo hacen, albergan siempre un notable resentimiento. No obstante, los terratenientes tienden por lo menos a saber quién tiene el usufructo de sus tierras, y sus adversarios estructurales son los propios campesinos, que rara vez disponen de una fuerza de choque suficiente o de determinación bastante para asumir los riesgos que se hacen necesarios si se proponen desafiar a la aristocracia. Sin embargo, los recaudadores de impuestos cobran los ingresos a ricos y a pobres por igual, esto es, se ven obligados a exigírselos tanto a los «poderosos como a los humildes», pues tal era la denominación de las clases a lo largo de toda la época que aquí estudiamos. Sin embargo, los ricos y los poderosos son unos adversarios más peligrosos, tanto si se supone que deben pagar los impuestos en persona (tras habérselos arrancado previamente a sus campesinos, cosa que no tenían problema en hacer), como si se limitan simplemente a dejar pasar pasar a los recaudadores para que éstos cobren los impuestos directamente a quienes dependían de ellos, con lo que veían disminuir el excedente que pudieran reclamar para sí mismos. Estas dos últimas pautas de recaudación eran ambas parte integrante de las prácticas fiscales tardorromanas —consistentes,
grosso modo, en que los arrendatarios (coloni) que debían todas sus tierras a un único terrateniente pagaran los impuestos por mediación suya, mientras que los inquilinos que poseían algunas tierras propias los abonaran directamente. Era relativamente más sencillo aterrorizar a los campesinos, pero sus señores eran piezas más difíciles de cobrar.
y sigue:
Apenas puede extrañarnos que los recaudadores de impuestos viajasen acompañados de una escolta armada, tanto en el imperio romano como en la mayoría de los demás Estados fuertes. A menos que realmente tuviera uno necesidad de recaudar impuestos, es difícil imaginar que sus rituales hubieran logrado prevalecer frente a tantos enemigos estructurales.
El autor está hablando del Imperio Romano del siglo V pero aún así creo que ilustra bastante bien las dificultades que tenía el poder centralizado para tender una red fiscal decente. La otra opción que el autor contrapone a ésta era montar un Estado basado en la propiedad de la tierra, cosa que finalmente ocurrió.
El texto da una imagen muy vívida de funcionarios imperiales recorriendo el terreno acompañados por una escolta armada. En la próxima entrada veremos cómo en la Baja Edad Media, una vez que la economía se decide a despegar, los reyes optan por un método más barato —¿y efectivo?— para recaudar.
2 comentarios:
Tiene buena pinta el libro, ya me comentarás cuando te lo acabes.
Saludos
Pensaba reseñarlo por aquí, pero tiempo al tiempo, es todo un señor libro.
Publicar un comentario