24 sept 2012

Estado, mercados y el fin de la Alta Edad Media

Supongamos que estamos en el siglo VIII: un rey que quisiera sanear sus cuentas y recaudar algún tributo de su reino lo tenía un poco complicado.

El poder político estaba tremendamente fragmentado. En teoría nuestro rey es el depositario del ban: la autoridad que desde tiempos de los germanos permitía exigir tributos, impartir justicia o acaudillar a su pueblo en la guerra -entre otras cosas-. Un ban para todo el reino, en teoría, pero en la práctica no tenían la fuerza para hacer valederos esos derechos, cuyo ejercicio se fue dejando en manos de grandes señores en cada zona, y aunque al principio actuaban como agentes del rey, la transmisión de estas funciones de padres a hijos fueron consolidando lo evidente: el ban se había parcelado y vendido a trozos, y cada señor ejercía como un reyezuelo en sus tierras [1][2].

Jean Francois Millet, Cosecha del trigo
Pongamos por caso la península ibérica: los campesinos de cada dominio debían a sus señor ciertos «usos» (que cuando se iban de madre pasaban a llamarse malos usos, origen de variadas revueltas ya en la Baja Edad Media). Algunos de los más conocidos son las martiniegas, una renta por aprovechamiento de la tierra; o las sernas, la obligación de dedicar parte del tiempo a trabajar la reserva señorial (las tierras que el señor explota de forma directa, que obtiene así una bonita mano de obra de gratis), el yantar era la obligación de alojar y alimentar al señor o sus enviados, normalmente y cómo máximo una vez al año, similar obligación tenían los señores con respecto al rey, si pasaba por sus tierras [3].
La mayoría de estos tributos solían pagarse en especie, que se llevaban a la casa del señor.

A cambio, los campesinos tenían el derecho de aprovechar los bienes comunales del señorío: bosques, prados, ríos y lagos que aportaban un complemento indispensable a su subsistencia.

...

¿Y el rey, qué?

Si los señores vivían como reyes, el rey vivía como un señor -literalmente- lo que no es muy bueno.
 
Veamos, la vida cotidiana se basa en la economía de subsistencia y los pagos en especie, los tributos eran locales y ya se encargaba la nobleza de recaudarlos -y el rey en su reserva, claro-.

Además, desde la época de las invasiones la moneda había desaparecido casi completamente de occidente, «casi»: desde luego que se seguía acuñando, pero era más una señal de prestigio que un instrumento monetario que pudieras usar para comprar nada realmente útil en tu vida diaria. El comercio no había desaparecido del todo, pero las dinares de oro procedentes del Imperio Islámico, o los trientes bizantinos circularon por toda Europa y eran perfectamente válidos para las escasas transacciones, limitadas a productos de gran lujo.
triente bizantino de Justino II. fuente: http://www.tesorillo.com

Así que lo dicho, cualquier monarca empeñado en implantar una fiscalidad medianamente decente no hubiera tenido mucho que hacer por aquí.

Había, no obstante, un apartado en el que todavía mantenía la plena autoridad (más o menos): la dirección de la guerra. El rey mantenía sus atribuciones guerreras, y en una economía sin apenas excedentes como la altomedieval, complementarse con los despojos de los vencidos nunca venía mal. Además, la guerra es siempre una buena manera de tener ocupados a unos señores que de otro modo estarían dando problemas. Así que en un proceso que recuerda a la «guerra productiva» de Ian Morris [4] ciertos reinos altomedievale se lanzaron a expandirse geográficamente.

El caso más evidente es el de los reyes carolingios: Carlos Martel, Pipino el Breve y Carlomagno batallaron sin cesar contra saqueadores musulmanes, avaros y sajones hasta expandir sus fronteras de una forma nunca vista. Cierto que después los nórdicos trajeron un breve período de inestabilidad (bastante exagerada luego) pero a partir del siglo X el mundo había cambiado: las fronteras de los diferentes estados se han ampliado y las hostilidades quedan ahora más lejos del centro de los reinos, donde hay una cierta estabilidad -la doctrina de la Paz de Dios, impuesta por la Iglesia contribuyó a mantener este equilbrio interno-.

Paralelo a esto, la actividad guerrera contribuyó a rellenar los tesoros del rey y de los nobles... el proceso es un poco más complicado pero resumiendo: una vez se llegó a una «masa crítica», los señores decidieron que era hora de dejar de tesaurizar y empezar a consumir. La relativa tranquilidad favoreció la aparición del comercio en Europa, el mejor ejemplo de esto son las ferias de Champagne que mantienen un mercado abierto durante todo el año. Pero por todas partes los poderes públicos alentaron y protegieron la creación de puntos de encuentro para mercaderes. Volvamos a la península ibérica: en Castilla, Alfonso X (1252-1284) dió un gran impulso a la creación de ferias, que venían fundándose desde el siglo XII, y que se sumaban a la principal -y permanente- de Medina del Campo, desde este monarca, y hsta comienzos del siglo XIV se crearon 50 ferias, la mayoría en tierras «de realengo» [5].

la región de Champagne, en la actualidad. fuente: Wikipedia.
Mientras tanto, la moneda se había fraccionado, había dejado de ser un producto raro, circulando de bolsillo en bolsillo y utilizándose para operaciones cotidianas. El comerciante ya no era un agente de un noble, sino un «estado» más, un profesional independiente con contactos en toda Europa. El siglo XII fue el de una auténtica «revolución comercial».

Resulta que el Estado y «los mercados» habían aparecido en el panorama europeo, y ambos formaban parte del mismo fenómeno.

Ahora, por cierto, el redescubrimiento del Derecho Romano vino muy bien a la hora de seguir expandiendo el poder de los reyes, que ahora sí, estaban listos para reclamar lo que era suyo y ponerse a recaudar tributos en condiciones. Pero eso lo dejo para otra ocasión.

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[1] De ban procede la expresión "señorío banal", que en español se refiere a las funciones de hacienda, justicia u otras que un señor ejerce sobre tierras que no le pertenecen de forma directa.
[2] Duby, Georges, Guerreros y campesinos: desarrollo inicial de la economía europea, 500 - 1200, 2009, Madrid, Siglo XXI, p.57
[3] Suárez Bilbao, Fernando, La sociedad altomedieval y sus recursos, en Álvarez Palenzuela, Vicente Ángel (dir.), Edad Media: Historia de España, 2005, Barcelona, Ariel.
[4] La revolución naturalista: Ian Morris: por qué la guerra nos ha hecho más pacíficos
[5] Ladero Quesada, Miguel Ángel;
Fiscalidad regia y génesis del Estado en la Corona de Castilla (1252-1504) en Espacio, Tiempo y Forma, s. 3, HªMedieval, t. 4, 1991.
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